El aire que estamos respirando ahora mismo contiene 12 moléculas de las que espiró Julio Cesar cuando al morir exclamó “Tu quoque, Brute, fili mi?”.

Como en una película de Marvel, los átomos son prácticamente inmortales. Mantener la belleza física a lo largo de los años  es imposible, es efímera, aunque puede perdurar para siempre (quién no recuerda a Marylin Monroe o a James Dean) al igual que en una fotografía en la que queda fijado un punto, un instante en el tiempo y el espacio.

Nuestra supervivencia es lo fundamental, cualquiera de nosotros lo intentamos a toda costa, y ya que estamos, de la mejor manera posible.

Cremas antiedad, medicamentos para frenar enfermedades crónicas o someternos a cirugías para cortar y pegar lo que sea necesario  son algunos de los recursos que nos ayudan en este proceso. Pero irremediablemente el tiempo juega en nuestra contra, de todas formas nunca desapareceremos completamente.

Cuando muramos nuestros átomos se desmontarán e irán a encontrar nuevos usos en otras partes. Continuaremos entonces  existiendo,  prácticamente para siempre.

“Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar”. Antonio Machado (1875-1939).

A Leo.

Formulando nueva dosis informativa