Pisar sus calles empedradas, contemplar los ocres de la piedra o escuchar a la tuna al doblar cualquier esquina son los pequeños placeres que la ciudad nos brinda. Pero Salamanca es mucho más; es historia, es cultura y tradición.
Nombrada patrimonio de la humanidad en 1988, esta ciudad renacentista es ante todo, ciudad universitaria; en ella se aprende de todo y de todos. Sorprende como pueden combinarse de forma armoniosa la tradición más arraigada con la investigación más puntera. En ella, siempre ha sucedido así.
Elegir el lugar donde uno va a formarse no es tarea fácil; trasladarse a una ubicación desconocida siempre representa una incógnita. Esta fue una de las decisiones más acertadas de toda mi vida.
Lo que natura non da, Salamanca non presta.
A todos los que compartisteis conmigo aquella época. En especial a las del Sagrado Corazón.
doi.org/10.1016/j.ccell.2017.10.004
Formulando nueva dosis informativa