EL PAPIRO DE RHIND

Antes que Euler e incluso Euclides atisbaran su existencia, fue  Ahmes quien  lo describió.  En tiempos del Egipto de los faraones (1650 a.C. aproximadamente) las matemáticas ya representaban todo un reto.

Una primera aproximación de 22 séptimos empezó a perfilar este símbolo calculado circunscribiendo polígonos regulares en una misma circunferencia pero, poco a poco, a lo largo del tiempo, matemáticos eruditos  acabaron acotando este valor llegando al que conocemos actualmente.

Evidentemente hablamos del número pi. Cociente entre longitudes de circunferencia, su diámetro es un coeficiente de valor numérico irracional pero con toda la razón de ser, no en vano es una de las constantes matemáticas que más aparece en las ecuaciones.

Si bien en griego su nombre hace referencia a la periferia su importancia trasciende todos los límites y su valor se prolonga hacia el infinito.

“Hizo el Mar de metal fundido, de diez codos de borde a borde. Era enteramente redondo y de cinco codos de alto. Un cordón de treinta codos medía su contorno”    II Crónicas (requerimientos para la construcción del templo de Salomón 950 a.C.)

A Anna Pi, la importancia del símbolo transformada en persona.

Formulando nueva dosis informativa